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Danzas del valle de Fornela

valle de fornela

Festividades y tradiciones se fusionan a lo largo del mes de agosto en el valle de Fornela. Banderas, trajes, bandas y sombreros constituyen el atuendo necesario para escenificar uno de los bailes más longevos de la comarca del Bierzo. Las danzas son un aliciente más para visitar este precioso valle formado por siete pueblos, enmarcados en el entorno natural de la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses.

Los danzantes de Fornela se organizan en dos filas paralelas. Tocan sus castañuelas al son del tamborilero, que combina flauta y percusión para poner música al evento. Cada uno tiene una función y asume su rol en el baile. Los guías agitan sus banderas  y sirven de referencia al resto. Son cuatro y se sitúan en los extremos. En el medio, ocho segundas y panzas siguen su estela para mantener las líneas rectas. Los más veteranos son los dos chaconeros, que velan por el orden y guían a los danzantes más inexpertos. Siguiendo el ritmo de los compañeros, los novatos consiguen la soltura y el descaro con el paso de los años.

Tras el baile, todo es hermandad y armonía. Los fornelos se saludan, cuentan historias y desempolvan fotografías. Abuelos, hijos más maduros y nietos que crecen día a día. Las danzas son la excusa para congelar el paso del tiempo, reunir a la familia y recordar viejas anécdotas. La ocasión perfecta para escapar de las grandes urbes, disfrutar de la naturaleza y regresar al milenario valle de Fornela.

La danza es un sentimiento, una forma de vida. Solo los fornelos pueden entender su verdadero significado. No es cuestión de religión, fe o afán de protagonismo, sino de devoción por su tierra y antepasados. Su forma de reivindicar que, pese al paso de los años, este bello paraje berciano sigue más vivo que nunca.

Javier Ramón | @javiramonr

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