De hecho, toda la zona norte de España es un paraíso para cualquier trabajador con alma de aventurero que busque darle un poco de emoción a su vida. Desde el piragüismo a través de la cuenca del Sella asturiano, hasta las rutas de montaña o escaladas por los Pirineos, los Montes Vascos, los Picos de Europa o la Sierra del Courel, el norte de la península ofrece una gama de posibilidades casi infinita. Aunque, entre todas, la llegada del verano hace resaltar una de ellas: el surf y los campamentos de surf.
Ni que decir tiene que tanto el Mar Cantábrico como el Océano Atlántico cuentan con multitud de lugares idóneos para la práctica del surf. Aunque quizás el clima supone, en ocasiones, un inconveniente para su práctica, los argumentos que se pueden esgrimir en contra de acudir a un surfcamp en el norte son, más bien, pocos. La comida es muy buena, los paisajes son espectaculares y las olas, qué decir de las olas…son de las mejores de Europa; y eso lo sabe cualquier aficionado al surf de España o del resto de Europa. Y además, el hecho de que cada vez la competencia sea mayor y vuelva los precios más asequibles, hace de los surfcamps una opción veraniega para cualquier tipo de público.
Por ejemplo, frente a las escuelas más clásicas y quizás de un presupuesto más alto como las del País Vasco, otras zonas, como Galicia, ofrecen opciones más económicas, tanto por el precio de los propios campamentos como por todo lo que rodea a estos. Son varios los pueblos de la costa gallega que cuentan con surfcamps y, alrededor de ellos, se puede disfrutar de todo el ecosistema de la zona, perfecto para un viaje de amigos, más allá de la comida, vinos y cerveza de calidad a precios asequibles. En A Costa da Morte, una agreste franja de la costa de la provincia de A Coruña donde se localizan algunos de los campamentos de surf, uno puede encontrar paisajes de impresión como el Cabo de Fisterra o la cascada de O Ézaro, playas paradisíacas y un ambiente festivo que dura todo el verano. Además, está a menos de una hora tanto de la marinera ciudad de A Coruña, como de la capital gallega, Santiago de Compostela, con su espíritu medieval, sus calles estrechas y sus bares de tapas.
Además, a todo esto, que no es poco, hay que sumarle el surf. Solo hay que imaginarse en medio del Océano Atlántico, sentado encima de una tabla, disfrutando de las vistas de la salvaje Costa da Morte, y viendo el sol ponerse tras el mar como siempre se pone en Galicia, para saber que pasarse unos días surfeando en el Atlántico merece la pena. Si a eso después se le suma la combinación de amigos, paisaje y gastronomía gallega, la ecuación es poco menos que perfecta.
Si uno, después de eso, puede agarrar alguna ola o no, si caerse de la tabla y ser arrastrado por el mar unos metros se convierte en la rutina de la semana, si todo el grupo está lejos de convertirse en surfista profesional, ya importa poco. Al fin y al cabo, las vacaciones de pasar de una silla a otra, están pasando de moda.
María Ballesta